-Me bajo abajo, que la pobre Sara está sola.
-Vale.
Y Dougie se fue con sus cantos a otra parte.
Me cambié, poniéndome algo cómodo y bajé abajo, donde se oía a Dougie y a Sara.
-¡Sara, tengo hambre!
-Pues ahora desayunas.
-Pero es que ahora es dentro de mucho. ¿Quién te dice que dentro de mucho tendré hambre? Yo quiero comer ya.
Sara no podía contestar de la risa.
-¡Ah, Cris! ¿Ya estás lista?- dijo Doug al verme.
Asentí.
-¡Pues venga, vamos a desayunar!
Salimos todos de casa más contentos que unas castañuelas.
-¡Aiho, aiho, vamos a desayunar!- cantaba Dougie, feliz.
Entramos en la casa de los chicos. Era como la nuestra… solo que sin cuadros de gatos montañeses y ambientada a su manera.
-¡Buenos días, señoritas!
-Buenos días, Harry.
Nos dio un abrazo a cada una.
-¡Desayuno, listo!- se oyó gritar a Tom desde la cocina.
-Pasemos, pues.
Entramos en la espaciosa y pulcra cocina de Tom.
-¡Ey, muy buenos días!
Nos sentamos en la mesa.
-¿Y Danny?-pregunté.
-Ha ido a por el periódico.
-Sí, dice que leerlo es una buena manera de perder el tiempo.
-¿Qué decís de mí por ahí?-dijo Danny entrando en la cocina.-¡Eh, buenos y brillantes días!
-Lo mismo, Danny.
Se sentó a mi lado. ¡Jolines!
-Y bueno… ¿qué tal habéis dormido?
-Bien… hasta que alguien mandó a Dougie a despertarme.
Danny y Dougie chocaron los cinco.
Tom colocó una fuente con tostadas y bollos, nos dio mermelada y mantequilla y nos sirvió a todos batido de mantequilla de cacahuete.
-Hecho expresamente para vosotras.-nos dijo Tom muy alegre.
Nosotras miramos con desconfianza el vaso de batido.
Danny y Harry hacían gestos de negación, avisándonos de que no se nos ocurriese probarlo.
Me lo llevé a los labios y bebí.
-¡Ey, pues sabe bien!
-¡Deliciosamente bien! Tom, ¿me ensañarías a hacerlo?
-Cuando quieras, Sara.
Danny y Harry pusieron cara de abatidos.
-Dougie… ¿Cuántas tostadas te has comido?-preguntó Sara.
- Cuatro y sumando.
Todos nos reímos.
Acabamos de desayunar y empezaron una interesante conversación sobre el calentamiento global.
-Si me disculpáis…- dije levantándome- Tengo que irme.
Danny me agarró del brazo.
-¿No te quedas más?
-Emmm…n-no. Prometí llamar a mis padres hoy por la mañana.
Me soltó.
-Ah, vale.
-Nos vemos más tarde.-dijo Sara.
-¡Claro! Adiós, chicos.
-¡Sayonara!
Una vez en casa, subí a mi cuarto y me senté en el alfeizar de la ventana, con el móvil en la mano.
-¿Sí?- mi madre me cogió el teléfono.
-Hola, soy yo.
Y le conté que tal el vuelo y eso.
-Muy bien, hija. Llámanos si surge cualquier cosa.
-Lo haré.
Y colgué.
Pues haber qué hacía yo ahora hasta la hora de comer.
¡Una ducha! Sí, me ducharía.
Cogí mi ropa y me dirigí al baño.
¡Oh, había bañera! Miré el reloj. Sí, tenía tiempo de darme un señor baño.
A la hora, cuando me cansé, salí, me vestí y me tumbé sobre la cama. Cogí el libro de Crepúsculo y me puse a leerlo.
Como a las dos y media, Sara volvió.
-¡Pero bueno! ¿Cómo es que te han retenido tanto tiempo?
-Estuve charlando con Dougie.
-¿Charlando…o ligando?
Me pellizcó.
-Hemos quedado para más tarde.
-¿Para hacer qué?
-Cosas.
-Con el secretismo no vas a ninguna parte.
-Solo vamos al centro comercial.
-¿A qué?
-¡Supongo que a tomarnos algo, que sé yo!
-Vale, vale… ¿Y yo qué hago?
-No sé, búscate la vida.
-Puff.
Comimos y nos sentamos a ver la tele.
Como a las cinco, Dougie se presentó en casa.
Yo abrí.
-¡Dougie! ¿Cómo está mi despertador favorito?- pregunté mientras le daba un abrazo.
-Bien, jaja.
-S se está arreglando, ahora baja.
-Otra como Danny.
-Sí, estamos rodeados.
-¡Nos atacan!
-¿Qué decís, locos?
Sara bajó las escaleras, vestida con una sencilla camiseta y unos vaqueros cómodos.
Dougie y yo la aplaudimos.
-Bueno…nos vamos.
-¡Adiós,Cris!
-¡Tráeme a mi prima de vuelta sana y salva, Dougie!
-¡Descuida!
Y cerraron la puerta tras ellos.
Me tiré sobre el sillón.
-¡Jesúuuuus!¿Y ahora yo qué hagooo?
Llamaron a la puerta. Pensé que sería Sara que se le había olvidado algo. Abrí.
-¡Ah, Harry! ¿Cómo tú por estos lindos parajes?
-Pues… ya ves, las vueltas que da la vida.
Sonreí.
-¿Quieres pasar?
-Claro.
Fuimos al salón y nos sentamos en el sillón.
-Vienes en buen momento, me había quedado más sola que la una.
-Sí, lo sé y quería preguntarte si querías dar una vuelta.
-¡Claro! Voy a cambiarme.
-Aquí espero.
Subí a la carrera y me puse un sencillo vestido de verano de flores. Miré la foto de Danny y yo, encima de la mesita. La cogí y la tapé.
-Haber venido tú antes…no te digo.-le dije.
Bajé corriendo las escaleras.
-Ya estoy.
-¡Vaya! No tenías por qué arreglarte tanto, solo es un simple paseo.
-No me he arreglado, tan solo es un simple vestido de verano.
Me reí.
-Pues si estás lista, nos vamos.
Salimos afuera y echamos a andar.
-Oh, Harry gracias.
-¿Por qué?
-Esta es la segunda vez que me salvas. Primero de Danny y ahora de un aburrimiento seguro. ¡No sé cómo agradecértelo!
-Bah, no tienes por qué hacerlo. Me siento bien librando a la gente de Danny y ahora también estoy bien.
Sonreí.
-Vale.
En ese momento, Harry tropezó con unos cubos de basura y cayó al suelo entre un estrépito tremendo.
-¡Gamberros, sabandijas!
Una abuela en camisón, con rulos, miles de rulos en el pelo salió de una casa.
Blandía peligrosamente un rodillo.
-¡Vándalos, hijos de mala fe!
Agarré a Harry de un brazo y le ayudé a levantarse.
-¡Corre, tiene un rodillo!
-¡Huye, corre, corre!
Salimos corriendo, riéndonos de la anciana.
-¡Sí, huid, huid, malditos!
Tanto corrimos que llegamos a una especie de parque. Me detuve y puse las manos en las rodillas.
-¡Uff, jaja!
Harry estaba a mi lado, riéndose.
-¿Le viste la cara a la abuela?
-¡Tenía rulos!
-¡Y un rodillo!
-Que cosa más espantosa. Si algún día llego a esa edad, júrame que no me dejarás hacerme eso.
-Lo mismo digo.
-Si es que aún te queda pelo para ello…-me reí.
-Ey, mira- dijo señalando al parque- ¿Entramos? Nunca lo había visto.
-¿Vives aquí y no sabías de la existencia de este parque?
-Paso mucho tiempo fuera.
-Es cierto.¡Vamos!
Entramos.
-¡Uy, un balancín!- le agarré de un brazo y lo arrastré.-¡Vamos a montar!
-Pero…
Me monté en un extremo y él en otro… y me quedé volando.
-Esto no baja.
-Intenté decírtelo.
Nos bajamos, ya que aquello no funcionaba como pensábamos.
Corrí a sentarme en una silla de esas que te balanceas.
Harry se sentó en la de al lado.
-Wii, wii…uy, que mareo.-dije.
Harry rió.
-¿Y ahora en qué montamos?
-No paras, ¿eh?
-Es que hacía mucho que no montaba en unos columpios.
Divisé un tobogán.
-¡Vamos Harry, nos espera un tobogán!
Nos tiramos una, dos, treinta veces…
-Pues vaya parque, solo tiene tres columpios. ¿Y no hay niños? No es que me agraden, pero… bah, estamos mejor sin ellos.
Asintió.
-¿Te apetece que nos sentemos en la hierba?- dijo señalando un jardín que rodeaba el parque.
-¡Claro, vamos!
Él se tumbó primero. Yo después, apoyando la cabeza en su pecho.
-Me gusta esta almohada.
Harry rió.
-Mira…- señaló al cielo.- Esa nube se parece a Dougie.
-A mí me recuerda más a Tom.
-Tienes razón, tiene mucha barbilla.
Le pellizqué un brazo.
-¡No seas malo con tú amigo!
-Au.
Me reí.
-Creo que me va a gustar mucho este verano. No echo para nada de menos España.
Nos quedamos un rato en silencio.
Cogí su mano y empecé a juguetear con ella.
-¿En qué piensas?- le pregunté.
-En Danny.
-Danny…-repetí.-¿Por qué?
-Pensaba en lo raro que está últimamente….
-Asique tú también te has dado cuenta.
-…cada vez que tú estás cerca.-finalizó.
-Bah, casualidades.
-No sabría qué decirte…llevo mucho tiempo con él, y creo conocerlo bien. Algo le pasa.
-Nada grave, espero.
-¿Por qué no te llevas bien con él?
-Sí me llevo bien con él.
-No, eso no es cierto. Te llevas bien con Dougie, con Tom y conmigo. A Danny ni siquiera le hablas.
-…
-Y no está habituado a que las chicas no le hablen.
-Hum. Danny es… raro. Me pone nerviosa. Con vosotros estoy bien porque estoy tranquila…pero es ver a Danny… y no puedo soportarle. Es superior a mis fuerzas.
-Quizás deberías intentar hablar con él.
Con la mano que le quedaba libre me apartó un mechón de pelo rebelde de la cara y me lo colocó tras la oreja.
-Ya lo intenté ayer… acabé largándome con un enfado monumental.
-Yo creía que acabasteis en abrazo.
-Se lo di porque os di otro a todos vosotros y no me parecía justo dejarle a él sin nada.
-Se os veía bien juntos.
-No eres el primero que lo dice.
-Vaya, siempre se me adelanta alguien. Pero es cierto.
Le apreté la mano más fuerte.
-Esto no me gusta. Él es Danny Jones y yo solo soy una niña pequeña y estúpida…
-Eso no es cierto, y lo sabes. Además, no te dejes intimidar por ese aspecto de durillo que tiene… por dentro, es más sensible que Dougie.
-Hablamos de él como si fuera una especie de cuento, pero esto es la vida misma.
-Hum…creo que deberías volver a hablar con él.
-Quizá…
-Estoy seguro.
-Pues si eso es lo que quieres, lo haré. Hablaré con él.
-¡Gracias!
-Quizá deberíamos volver ya…empieza a refrescar.
-Tienes razón.
Nos levantamos y me pasó un brazo por los hombros.
-¿Mejor?
-Sí, gracias.
Volvimos con cuidado de no despertar de nuevo la ira de la abuela con rodillo. Con éxito en nuestra misión, llegamos a casa.
-Hemos llegado con vida.-dijo Harry cuando llegamos a la verja de entrada.
-¡Sí! Gracias Harry, me he divertido mucho. ¿Repetimos otro día?
-Cuando quieras.
Sonreí.
-¡Eh, hola!
Nos giramos.
Sentando en el porche, con la guitarra entre las manos, estaba Danny.
-¡Hola, Danny!
-¡Eh, Harry! ¿Qué tal, Cris?
-Bien, Danny, gracias.
-Habla con él.-me susurró Harry.
-Ahora no.
-Como quieras, pero habla con él.
-Sí.
Le di un beso en la mejilla. Abrí la verja y entré en mi jardín.
-¡Eh, Harry tío, ¿y eso?! ¿Qué me he perdido?
-Muchas cosas, Danny, muchas cosas.
Entré en casa.
Sara ya estaba allí.
-¡Criiiis!-vino saltando hacia mí.-¿Qué tal, dónde estabas?
-Nada más irte, vino Harry y nos fuimos a dar una vuelta.
-¿Con que Harry, eh?- enarcó las cejas.
-Sí, bueno… ¿y qué tal con Dougie?
-¡Genial! Es el chico más divertido que he conocido.
-Me alegro, S.
-Yo también. ¿Quieres cenar algo?
-Creo que con un sándwich me irá bien.
-Marchando dos sándwiches.
Subí a cambiarme y me puse el pijama.
Bajé al salón y allí me esperaba Sara, con una bandeja, unas patatas fritas, unos sándwich y Coca cola.
-¡Fiesta de chicas!-exclamó.
Estuvimos hablando de todo lo que habíamos hecho ese día. Le conté lo de los columpios y eso, aunque me guardé para mí la charla sobre Danny.
Cuando nos cansamos de hablar, subí arriba.
Cogí el marco con la foto de Danny y yo y me asomé por la ventana. Curiosamente, ese individuo seguía tocando en el porche canciones con su guitarra.
Se acabó, esto me estaba matando.
Me giré y coloqué correctamente el marco, bajando corriendo las escaleras. Atravesé el recibidor a toda prisa.
-¡Eh! ¿Adónde vas?-preguntó mi prima.
Salí por la puerta.
-¡Danny!-le grité-¡Danny, tenemos que hablar!
Él se levantó y dejó la guitarra en el porche.
Sin querer esperar más, salté el muro que separaba su casa de la nuestra y le abracé con fuerza.
-¡Danny!-grité. Y le abracé más fuerte.
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