domingo, 19 de junio de 2011

~Capítulo 6~

-¿Lo llevas todo?

-Que sí mamá.

-Vamos a revisar la maleta otra vez.

-¡Mamá, esta es la decimotercera vez que la miramos!

-Bueno, por una más, no va a pasarnos nada.

Puse los ojos en blanco. ¡MADRES!

-Anda ya, mamá, si estás deseando que me vaya…

-Bueno, pero no te lo voy a reconocer así como así.

Rió. Yo negué con la cabeza.

-Ten madres para esto…

-¡Uy, veremos cuándo tengas tu hijos!

-¡Eso no lo digas ni en broma! ¡Jesús bendito, que Dios me libre!

-Pues sí- intervino mi hermano- porque pobres de mis sobrinos, que madre les tocaría…

-Gracias, gracias a todos por esa confianza depositada en mí.

-¡Anda ya!

Mi hermano y mi madre me dieron un abrazo.

-¡Si te vamos a echar mucho de menos!

-¡Sí, mucho, muchito!

-Cuando os ponéis así…me dais miedo.

Entre abrazos y otras zalamerías de las que intentaba escapar, llegamos al coche.

-¡Espera, que no me he despedido de Kate!

-¡Pues corre, date prisa!

Subí corriendo las escaleras y me estampé contra la puerta. La abrí y entré apresuradamente en mi cuarto.

Encontré a mi perra tumbada en mi cama.

-¡Kate, preciosa! ¡Dame un abrazo!

Y, como si lo entendiese, abrió las patitas y me lo dio.

-Te voy a echar mucho de menos… más que a cualquiera, pero no se lo digas a nadie.

-¡Guau!

Me tomé eso como una afirmación y volví a bajar al coche.

-Venga, ya podemos irnos.

-Pues nos vamos.

Llegamos a Barajas. Mis padres se despidieron de mí con normalidad, igual que mi hermano.

-¡Y liga mucho!-me gritó este último cuando se iban.

-¡Tú calla, niño!

Subí al avión mientras me entretenía doblando un folio, haciendo un patito.

Me senté en el sitio que me dijeron, entre una señora clavada a la Cerdita Peggie esa y un hombre que era la viva imagen de Caillou de mayor.

Despegamos y todo normal, hasta que la señora Piggie se durmió encima de mi hombro y empezó a soltar enormes cantidades de babas.

Con la excusa de que tenía que ir al baño, me cambié a uno de los primeros asientos, donde no había nadie.

Me entretuve mirando por la ventanilla todo el santo vuelo, que se me hizo eterno.

Una vez en tierra, cogí mi maleta y me dirigí a la salida más próxima.

Una chica joven tenía un cartel que ponía “¡Criiiis, te busco!”. No sé por qué, pero supe al instante que esa era Sara.

-¡Sara, yo también te busco!

-¡Cris, qué casualidad!

-¿Sí, verdad?

Nos dimos un abrazo.

-No sabes las ganas que tenía de verte.

-Yo también, S.¡No has cambiado nada! Eres la misma chica… solo que más alta.

-¡Sí!...aunque no puedo decir lo mismo de ti.

-Estás contemplando lo que hacen la falta de petit suis diarios en la infancia.

-Es muy triste, Cris, muy triste.

Me puso una mano en el hombro.

-Pero bueno, al menos estoy viva.

-Y mejor que mejor.Anda, vamos a casa.

-¿Es bonita?

Pregunta chorra.

-Pues, si te digo la verdad… no lo sé. La casa a la que vamos la ha comprado mi madre nueva.

-¿Y eso por qué?

Se encogió de hombros.

-Dice que no quiere que le rompamos la suya.

-Muy propio de ella.

-Sí, ¿verdad?

Me reí. Allí me lo iba a pasar realmente bien.

-Asique yo voy como tú, sin saber qué me depara el destino.

-A mí me da igual, mientras que no haya animales de porcelana…

-Sí…menos mal que los rompisteis. Me hicisteis un favor. Aún sigo en deuda con vosotros por ello.

-Bah, ya veré como cobrarme.

-No seas muy mala.

-Descuida.

Salimos fuera del aeropuerto.

-Mira mi coche.

-¡Ala, ¿tienes coche?!

-Sí- rió.

No sé qué modelo era ni nada, pero era muy bonito. Soy una negada en lo que respecta a los coches.

-Haber cuando te sacas tú el carnet.

-Pues un día de estos.

-Esperaré impaciente ese día.

Nos subimos al coche y arrancó.

-Toma- me pasó un mapa.

-¿Y para qué lo quiero yo?

-¿Para indicarme, quizás? Que yo no sé donde está la casa.

-¡Ah, ¿y yo sí?!

-Bueno, está rodeada en rojo.

Abrí el mapa, que era como diez folios pegados.

-¿No había planos más pequeños?

-Se ve que no.

-¡Ya la encontré!

-Bien.

-Está lejillos.

-¿Cómo de lejos?

-Un poco.

Después de una hora de perderse y encontrarse, conseguimos llegar a la casa.

-¡Wow!- exclamé, al verla.

Era una casa enorme, con jardín.

-¿Crees que tendrá piscina?

-No sé, pero me gusta.

-Y a mí. ¿Entramos?

-¡Claro!

Cogimos nuestras maletas y nos internamos en el interior. Por dentro era, si cabe, más bonita.

Tenía tres baños, uno en la planta baja y dos arriba, un total de cinco habitaciones, una “biblioteca”, una cocina enorme, un desván, un sótano, un salón enorme y vete tú a saber qué más.

-¡Me quedo esta!- dije, tirándome sobre la cama de la última habitación del pasillo a la derecha. Tenía una gran ventana y desde allí se veía la calle y las demás casas. Me gustaba.

-Vale, pues entonces yo la de al lado.

-Como gustes.

Me levanté de la cama, puse la maleta encima y la abrí.

La habitación tenía una cama enorme, un tocador con espejo, un gran armario y una silla. No estaba mal.

Mientras colocaba mi ropa, oí algo afuera, a través de la ventana abierta. Me asomé para ver qué era.

Alguien estaba con una guitarra, cantando, en el porche de la casa de al lado. No podía verle.

-One by one, drinks are gone, do I have to stay.

Hate the sound, of one more pound

As it rolls away.

Why did I need your proof, when I knew the truth.

And I don´t know why

I just let it slip by

Me all the time

I just wish you had tried.

Me gustaba esa canción, asique me quedé escuchando.

- And I don´t know why

I just let it slip by

Me all the time

I just wish you had tried

Cuando terminó, aplaudí al misterioso hombre cantarín y cerré la ventana. Terminé de colocar mi ropa, guardé por ahí mi maleta y volví a abrir la ventana, ya que me estaba asando.

Oí unos gritos, asique volví a asomarme.

Un rubio le estaba gritando a un enanito de jardín algo sobre unas galletas de merienda.

Puse los ojos en blanco y bajé a la cocina. ¡Tenía hambre!

Abrí con decisión la nevera y me la encontré vacía. ¡Pero si ni siquiera estaba enchufada! Esa fue la decepción de mi vida.

-¡S, no hay comida! ¿Qué hacemos?

Sara bajó corriendo las escaleras.

-Pues lo que hacen las personas normales cuando tienen que llenar la nevera, comprar.

-Vale, si no hay otro remedio…

Salimos fuera y nos subimos al coche. Ni rastro del rubio ni de los enanitos de jardín traficantes de galletas.

Fuimos a un super de nombre impronunciable y compramos todo lo necesario, o al menos, lo que creíamos necesario.

Llegamos a casa en seguida y nos cargamos las dos con bolsas.

Estábamos en nuestro jardín cuando oí que alguien me llamaba.

-¡No puede ser! ¿Cristina?

Me quedé parada en el sitio, sin moverme.

Me había preparado durante un tiempo para esto, pero ahora no sabía cómo reaccionar. Lentamente, giré la cabeza.

Y en efecto, ahí estaba.

Danny.

-¡Cris!- me saludó Dougie, desde detrás de Danny.- Sí, D, es ella.

-¡Cris!

Danny avanzó un paso, yo solté las bolsas, corrí hacia la casa, la abrí y cerré la puerta con fuerza.Después, subí a mi cuarto y eché las cortinas, escondiéndome debajo de las sábanas de mi cama.

¡Todo iba bien, todo iba perfecto!¡¿Por qué tenía que volver, por qué?!¡Quería que me dejara en paz!

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