domingo, 3 de julio de 2011

~Capítulo 16~

Abrí los ojos y escruté la luz que había en el interior de mi cuarto. Me estiré cual larga era en la cama. Estaba sola. ¿De verdad había pasado lo que yo creía que había pasado?

Mi camiseta estaba encima del marco de la foto de Danny y yo. La cogí, me la puse y volví a tumbarme. Desde luego, tenía toda la pinta de que realmente había pasado, pero entonces… ¿dónde estaba Dan…?

En ese momento, se abrió la puerta.

-¡Muy buenos días!

-¡Danny!-exclamé, feliz.

-¡Hombre! ¿Quién sino?

Llevaba una bandeja con lo que parecía ser, un desayuno.

-¡Oh, no me digas!-le dije, riendo.

-¿Qué es una noche de pasión sin un buen desayuno servido en la cama? Pues nada, claro.

-Eres imposible.

-No si yo soy muy posible.

Aquello me hizo gracia.

Depositó la bandeja sobre mí. Tenía un jarroncito con una flor, dos zumos, dos cafés, tostadas y huevos.

-Desde luego, te has esmerado.-le besé en la mejilla-Gracias.

-Para algo que hago bien…

-¡Tú haces muchas cosas bien!

-¿Ah, sí? Enumera unas cuantas.

-Emmm, veamos… Cantas bien, haces desayunos bien, sabes hacer reír…-me quedé pensativa- y…

-¿Y?

-…y haces bien el Danny.

Rió.

-Haber qué remedio me queda.

-Ninguno.

Y me reí.

Terminamos de desayunar.

-Bueno, voy a fregar esto.

-Yo me voy a duchar-le informé.

-Vale.

Él se bajó abajo y yo me fui a la ducha. Estaba peleándome con el grifo, ya que no le daba la gana de salir el agua caliente cuando oí algo detrás. Me giré y cuál grande fue mi sorpresa al ver a Danny metido también en la ducha.

-¡Eh! ¿Tú qué haces aquí?-le increpé, mientras intentaba taparme con la toalla que estaba colgada de la mampara.

-Pues que yo también quería ducharme. Y… tranquila, si todo lo que tenía que ver, lo vi ayer.

Me reí.

-Es verdad. La costumbre, supongo.

Me miró fingiendo sorpresa.

-¿Acostumbras a meter hombres en tu ducha?

-¡Haber, no!¡Tú y tus cosas!

Rió.

-Yo y mis cosas.

Sonreí.

Me acerqué a él y le besé. Por respuesta, él me colocó entre la pared, bajo el chorro de agua y él. Me pasó una mano por la pierna y me besó con más pasión.

-A ti te dan una vez y quieres más, ¿eh?

Rió.

-Sí.

-Pues no se hable más.-sentencié.

Después de “eso”, de tirarnos las esponjas a la cara, de jugar a escribir en el vaho de la mampara y de atacarnos mutuamente con el secador, bajamos abajo, por hacer algo.

Curiosamente, Sara y Dougie se estaban comiendo a besos en el sillón del salón.

-Oye, si interrumpimos algo, nos vamos, ¿eh?

-Sí, eso.

-No, si ya da igual.

-Claro, ahora que hemos interrumpido.

-Sí, les hemos cortado el rollo.

Danny y yo chocamos los cinco.

-Oye, ¿y qué fue de vosotros ayer? No volvisteis a casa.

-Nos quedamos en la de Tom. ¿Y vosotros, qué?

-¿Qué de qué?

-Pues eso, qué.

-Nada, vimos una película y nos fuimos a dormir.

-Sí, dormir…

- Pues sí. Allá tú con tú vida, sino quieres creerme…

-Vale, vale.

Danny y Dougie se fueron “a molestar a Tom” textualmente, y Sara y yo nos quedamos limpiando.

Nada más comer, llamaron a la puerta. Era Harry.

-¡Eh, Harry! ¿Qué tal?-le saludé.

-Bien, bien, como siempre…-rió.- ¿Y tú?

- Bastante bien, no puedo quejarme… ¿o sí?

Sonrió.

-Necesito tu ayuda.

-¿De qué se trata?

-Tom me ha encargado que vaya a comprar unas sartenes…pero yo de sartenes no tengo ni idea. Y he dicho, bueno, si voy con Cris…ya seremos dos los que no tengamos ni idea sobre ellas.

Reí.

-Claro.Me visto y te acompaño. Aunque, que cómodo Tom, ¿no? Mira que mandarte a ti a comprar unas sartenes…

-Tom es así. Aunque yo también tengo parte de culpa, pues necesito tú ayuda para otro asunto también.

-En lo que sea, Harry. Ahora vengo.

Me vestí y bajé corriendo. Harry estaba entretenido mirando el cuadro del gato que vio la vez pasada.

-Si tanto te gusta, puedes quedártelo.-le dije.

Conseguí que se riera.

Salimos fuera de casa y echamos a andar.

Fuimos hablando del mundo que había visto viajando con las causas perdidas que tenía por amigos, de lo reconfortante que era ver y oír a los fans y así todo el rato.

Llegamos a un pequeño área de tiendas.

-Este sitio me gusta.-dije.

-A mí me gustaría más si no tuviera que buscarle unas sartenes a Tom.

-Tom y sus sartenes…

Entramos en una tienda con una gran sartén encima de la puerta.

-¿Qué tipo de sartenes te ha dicho que quería?

Se encogió de hombros.

-A mi me dijo sartenes. Pero no puede haber de muchos tipos…¿no?

Echamos un vistazo a la amplia gama de sartenes que teníamos enfrente.

-No Harry, no puede haber muchos tipos-le respondí con ironía, después, nos echamos a reír.

Nos pusimos a buscar como locos alguna sartén que, según yo, “pegase con el estilo de Tom”.

-¿Y esta?-me preguntó Harry, señalándome una sartén con tres velocidades.

-Demasiado del futuro para Tom, él es más sencillo. ¿Y esta?- le enseñé una que venía con ocho tipos diferentes de tapas.

-Demasiadas tapas, que luego Danny las pierde… ¿y esta, qué tal?

Era una sartén cuadrada.

-¡Aparta eso de mi vista, rompe con todos los esquemas de las sartenes normales!

Se partió de risa.

Después de dos horas en aquella tienda, nos fuimos indignados.

-Tres millones de sartenes…y ninguna que pegue con “el estilo Tom”.-dijo Harry.

-Para que veas. ¿Y qué era lo otro en lo que necesitabas mi ayuda?

-¡Ah, es verdad! Pues…verás… es que resulta que…una violinista nuestra…

-¡Te gusta!-grité.

-¿Cómo lo…?

-Te dije que eras previsible. ¡Dios, Harry! ¡Qué bien! ¿Qué necesitas?

-Hablé con ella y hemos quedado para mañana… y no tengo qué ponerme.

-¿Qué no tienes que ponerte?

-Siempre le robo a Dougie y a Danny su ropa. La de Tom no porque sus camisetas son muy frikis.

-Pobre Tom…

-Ni pobre ni leches, que me ha enviado a por unas sartenes que no existían.

Reí.

-Es cierto. Bueno, pues te ayudaré.

-Gracias. ¿Qué te parece esta tienda?

Señaló una que no tenía mala pinta.

-Promete.

Entramos.

-Y te vas a probar esto, esto, y esto… ¡uy, qué bien te va a quedar esto! Y esto otro, y más de esto…

Le fui echando encima toda la ropa que consideraba adecuada, y, cuando no encontré más, le hice meterse en un probador.

Conforme se iba probando la ropa, iba saliendo para que yo le diera mi opinión.

-No, eso no… ¡Casi!...No, fuera…Ni en broma… ¡Síiii! Eso sí.

Una simple camiseta blanca y unos pantalones vaqueros grises le quedaban divinos.

-Es bien sencillo…pero te queda tan bien…

-Se lo voy a decir a Danny.

-¡Encima que te ayudo!-me reí.

Salimos de aquella tienda mucho más felices que de la otra.

-Jo, qué bien me lo he pasado.-le dije.

-Sí, yo también. Tenemos que volver a quedar para ir a comprar más sartenes a Tom.

Me reí a carcajadas.

Llegamos a casa.

-¿Por qué no hay luz en casa de Tom?

-Dougie se habrá olvidado de pagar los recibos. No sería la primera vez.

-Que malo eres.

Rió.

-¿Y por qué no hay luz en mi casa?

Harry abrió la boca para contestarme, pero le interrumpí.

-Y no me digas porque me he olvidado de pagar.

-Entonces no sé. Pero vamos, por si acaso hay algún maníaco desaprensivo dentro, me quedaré más tranquilo si te acompaño.

-Sí, te lo agradezco.

Fuimos a casa y metí la llave en la cerradura. Abrí la puerta. Todo a oscuras. Entré y…

-¡Sorpresa!-gritaron todos.

-¿Pero qué…?

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